Solitaria me siento en la multitud negra, un día sin ánimos para enfrentar a los cerdos y mucho menos a la loca llorona del amor perdido.

Nadando en el humo de Mari Juana y en la adrenalina del montón, sola me fui afuera a ver las estrellas, a esperar el otoño de mi emoción eterna, luciérnagas y gatos pardos sólo me acompañaron. Veo otra multitud cínica e ignorándome como sí no estuviera parada frente a ellos. Baje, y sola viaje en espectros de instantes dentro de mí en la multitud de puercos y medusas.

Ahora en una multitud sordo muda grito mi derecho a ser el centro; nadie me escucha y la sensación de estar en un túnel cada vez más vacio. Las voces a mí alrededor son poemas de multitud, la cual no puedo entender, pero gravitan en mi cabeza como asteroides sin rumbos. Todos ríen, todos danzan y yo simplemente estoy parada observando el alrededor; me siento en la luna mientras sólo me sale una sonrisa para cubrir el dolor.

Hoy sólo hay dolor y esta multitud no entiende que el tiempo se escapa en una cuenta gotas del suero de un anémico amanecer.

La muchedumbre sale; ahora yo estoy en gravedad cero sin dolor ni arrepentimiento, sólo quiero llegar a mí cama para que mi otro yo salga y se encuentre con su vida cotidiana.