Madrugada, salgo como un ladrón de mi casa, para encontrar a mi amante. Nervios, intriga, es un encuentro de pasión, el plan tenía mucho tiempo y no se había podido consumar. Al fin hoy tuve la fuerza de voluntad para pararme de la cama, y llegue a sus brazos.

La pasión era más fuerte que la sensatez y comenzamos a desnudarnos sin pudor desde la puerta. Mordiéndonos los labios del placer para que no nos escucharan en su casa. Es la situación en que la mente trabaja más rápido que el cuerpo. Llegué flotando antes de encontrarme con él.

El calor invadió mi cuerpo, el colchón en el piso, bien pensado para no preocuparnos por el ruido que produce la cama al momento de acelerar la velocidad del placer. Comenzó con mi blusa, mordiéndome los senos y sentía como explotaba mi pecho. Su lengua de trapecista, reconoció mi cuerpo en el primer roce y dio rienda suelta a sus deseos. Piel a piel, tratando de complacer lo insaciable. Provocando un estallido de humedad en ese lugar calido y ardiente de mi intimidad. Entras despacio, pero la euforia toma el control, cuerpos extasiados, sudados de placer, entregándose el alma, esperando no ver el amanecer. No necesitamos sábanas, ni almohadas todo da igual, al unirse nuestros cuerpos todo es celestial.

Sin luz, sólo la canción al compás de nuestros gemidos, Se acelera el ritmo y aumenta la humedad de dos cuerpos enloquecidos, Desquiciados de locuras y de orgasmos alcanzados, se termina el tiempo, es hora de ir a trabajar y el sueño tiene que acabar. Sólo queda la sensación de infiltración.